La introspectiva odisea al espacio
ATENCIÓN: LA SIGUIENTE NOTA ESTÁ MUY MAL REDACTADA. ÉPOCA DE EXÁMENES. QUEDAN ADVERTIDOS.
Ser parte de la historia significa tener una muy grande que contar. Una buena historia vendría hacer del tipo que tenga algún evento excepcional y que, además, deje una moraleja picando sobre el final. Por eso, dicen los sabelotodos, que la única manera de hacer historia es saliéndose de la famosa "zona de confort" (de la que tantos guionistas han estado hablando últimamente). Los primeros minutos de Gravedad nos muestran a la doctora Ryan Stone (Sandra Bullock) en su primera misión como astronauta. Que sea novata, no significa que Ryan sea joven; por el contrario, está entrada en sus cuarenta y aún así tomó la decisión de subir al espacio para iniciar una investigación (honestamente, no presté atención sobre qué). El teniente Matt Kowalksy (Clooney) ha colocado su ojo de veterano sobre ella y el resto de la tripulación, lo que no le impide mostrarse distendido, mientras le cuenta a la doctora y a los demás, una serie de relatos anecdóticos que le ocurrieron durante sus años como teniente.
En ese momento, sucede algo probable pero aún así, intempestivo: desde la base, Houston les comenta que los rusos se deshicieron de un satélite haciéndolo estallar en el espacio. El saldo es desfavorable para el grupo norteamericano ya que los restos del satélite viajan velozmente hacia ellos e impactan con violencia contra la tripulación, dejando a Kowalsky y Stone a la deriva, en la inconmensurable inmensidad del espacio. En el vacío y soledad más completa que jamás podría existir y entre una distancia que -indudablemente- existe entre los dos.
En ese momento, sucede algo probable pero aún así, intempestivo: desde la base, Houston les comenta que los rusos se deshicieron de un satélite haciéndolo estallar en el espacio. El saldo es desfavorable para el grupo norteamericano ya que los restos del satélite viajan velozmente hacia ellos e impactan con violencia contra la tripulación, dejando a Kowalsky y Stone a la deriva, en la inconmensurable inmensidad del espacio. En el vacío y soledad más completa que jamás podría existir y entre una distancia que -indudablemente- existe entre los dos.