No soy yo, sos vos
¡Muy buen día mis queridos lectores! Aquí me tienen, entre la lluvia y un par de fastuosas clases que tuve que desayunarme temprano en la mañana. Para éste fin de semana surgió una consigna apropósito de haber retomado la sexta temporada de The Mentalist, serie creada por Bruno Heller y encabezada por el galanazo de Simon Baker y la fantástica Robin Tuney. Pero detengamos los elogios acá porque la consigna para ésta entrada es pensar en series que ya deberían haber terminado años atrás y que por algún motivo (llámese audiencia, arte de magia o la sonrisa encantadora de su protagonista), no dan ni un indicio de concluirse. Piensen en series que les hagan preguntarse cómo es esto posible, en qué parte de la capacidad humana cabe el lugar para que éstos bodrios, atentados al contrato televisivo y asesinos seriales de tramas se eternicen en el aire luego de tantos años de pavorosa decadencia. Y lo que es peor... que nosotros sepamos lo espantosas que son porque todavía las vemos para atestiguar con mucha incredulidad el momento en el que decidan mejorar. Fue de ésta manera cómo retomé a The Mentalist del polvo y abandono para, finalmente, concluir que definitivamente es una serie que no vive por la fortaleza de su trama, sino que sobrevive sólo y a pesar del carisma del dúo Baker-Tuney. Porque el resto... el resto, es una larga (larguísima), intrascendente y superflua historia que ya no da para más.
Para quienes no saben (o prefieren no recordarlo), The Mentalist cuenta la historia de Patrick Jane, un 'mentalista' que trabaja de consultor para la CBI -un bureau de investigación policial- con el fin de acceder a la información de un asesino serial conocido como Red John, quien años atrás mató a su esposa e hija. Para saciar su sed de venganza, Jane se rodea de grupo de simpáticos pero idiotas agentes que sin él no podrían jamás podrían resolver un caso: Teresa Lisbon, la jefa carismática; la agente nerd Van Pelt, el bufón Risgby y el apático agente Cho. Más allá de las ineptitudes que demuestran éstos policías, se trata de unos estereotipos queribles y muy orgánicos entre sí, sin por eso significar que en la serie haya lugar para relaciones interpersonales al interior del grupo.
De hecho, es muy objetable que a través de 6 años de serie y más de 130 capítulos, The Mentalist no afirmó ni reforzó una conexión entre sus protagonistas desde el plano de la camarería ni mucho menos desde lo estrictamente romántico (contando excepciones como Risgby-Van Pelt). La buena química de Jane y Lisbon es escasamente aprovechada y reducida a gestos de una complicidad amistosa que poco hace por atenuar tensión sexual irresuelta que hay entre el dúo protagónico y que si no ha sido creada intencionalmente, lo fue para mojarle la oreja noche tras noche al televidente shipper que, en lugar de estar atento a la resolución de un caso, prefiere ver qué frasecitas minúsculas habrá entre “Jisbon” (como infantilmente lo denominaron sus fans)
Tal parece que a la serie creada por Bruno Heller le gusta moverse dentro del terreno del status quo: no arriesga y no gana. Se mantiene en lo cómodo, en la inconstancia de los personajes, en lo previsible de los casos y, sobre todo, en la malversación de una trama vertical usada ni bien se estanca la propuesta auto-conclusivo de los capítulos. Sí, hablamos de Red John, el asesino que salva las papas del fuego, junta los platos rotos, el que vuelve a Patrick Jane un ser humano de carne y hueso. Red John, el desgastado haz bajo la manga que siempre sale cada vez que se cristaliza el tedio que implica llevar adelante un programa cuyo protagonista se comporta de manera egoísta y sobrada.
Sin embargo, el 'tire y afloje' de (el pobre) Red John eventualmente tenía que llegar a un fin. Muchos pensamos que sería a corto plazo pero nadie imaginó que hubiera sido posible que transcurrieran seis años para que, finalmente, Heller se comprometa a revelar la identidad de la sombra de Patrick Jane. Ya estaba todo orquestado para que en 9 capítulos los cabos se vayan atando y en un escenario de iglesias, cruces y tumbas el vengador finalmente se encuentre cara a cara con el despiadado asesino de las mil mañas. Sin embargo, las pretensiones y sobrestimaciones que creó el sobrio pulso narrativo de los anteriores episodios, rápidamente hicieron agua en cuanto veíamos un hombre que no era quien decía ser, una mujer que sale de la nada y un temible Red John corriendo por el campito con el rabo entre las patas. El caldo que Heller había cocinado a fuego lento tuvo un sabor amargo y provocó una enorme indigestión. Cuando se ha estirado por tanto tiempo un objetivo, el final suele ser una gran decepción. Red John era únicamente la carta de auxilio. No garantizaba ganar una partida, sino añadirle el engaño a una serie que desde el principio había cometido negligencia en la arquitectura de su trama. En la segunda mitad de la sexta temporada, Heller desempolva un desvencijado manual para guionistas en busca de nueva carne de cañón que le permita estirar a The Mentalist siempre y cuando las cifras sean jugosas. Por eso recurre a la estrategia del escritor novato: la sociedad secreta que recluta policías y jueces corruptos. Nuevos Red John's sueltos para un Patrick Jane que ya tuvo su venganza y por eso se mandó a guardar a un pueblito mexicano.
Ahora han pasado dos años desde que el FBI cerró la CBI sospechada por corrupción y encubrimiento de criminales. Los agentes se disiparon: Lisbon es jefa en una comisaría, Grace y Rigsby son civiles abocados a la seguridad informática y Cho se alistó en el FBI. Jane es traído prácticamente de los pelos por la FBI y forzado a trabajar por tres años como consultor para saldar una falta que cometió. Bajo las condiciones del encantador Patrick, Lisbon vuelve a trabajar en la investigación de casos federales en compañía de Cho y una nueva agente, Kim Fischer que está particularmente atraída por Jane. Van Pelt y Risgby tienen una vida como civiles pero aún vacilan ante el retorno a la vida policial. Para resolverles el dilema, aparece un nuevo asesino que planea arrasar con todos los ex agentes de la CBI. Podría haber sido un buen conductor hacia el final de la temporada. Podría. Sino fuera porque resolución del misterio se hizo en dos capítulos con demasiadas fisuras argumentales (por ejemplo la contradictoria inteligencia del asesino en cuestión) y sólo con la clara intención de despedir para siempre a Owain Yeoman y Amanda Righetti, dos actores que vieron mermar sus horas en The Mentalist. Que sienten que ya cumplieron con su parte y necesitaban una capitulación. Y que pase el siguiente. Que pasen los que tengan que pasar. Incluso Heller. Que reciba su merecido. Porque The Mentalist ya no da para más atrapado en la misma monocromía. A la sombra espectral de Red John •
La consigna está echada. Cuenten cuáles son esas series de tv con las que entablan una tortuosa y enfermiza relación de odio-amor y porqué -oh- PORQUÉ las siguen viendo. Prometo no reírme porque, probablemente, un placer culposo peor que The Mentalist no debe existir.
Para quienes no saben (o prefieren no recordarlo), The Mentalist cuenta la historia de Patrick Jane, un 'mentalista' que trabaja de consultor para la CBI -un bureau de investigación policial- con el fin de acceder a la información de un asesino serial conocido como Red John, quien años atrás mató a su esposa e hija. Para saciar su sed de venganza, Jane se rodea de grupo de simpáticos pero idiotas agentes que sin él no podrían jamás podrían resolver un caso: Teresa Lisbon, la jefa carismática; la agente nerd Van Pelt, el bufón Risgby y el apático agente Cho. Más allá de las ineptitudes que demuestran éstos policías, se trata de unos estereotipos queribles y muy orgánicos entre sí, sin por eso significar que en la serie haya lugar para relaciones interpersonales al interior del grupo.
"te lo digo, es una mierda ésta serie, no sé porqué la sigo vien.... estúpido y sensual simon baker." |
Tal parece que a la serie creada por Bruno Heller le gusta moverse dentro del terreno del status quo: no arriesga y no gana. Se mantiene en lo cómodo, en la inconstancia de los personajes, en lo previsible de los casos y, sobre todo, en la malversación de una trama vertical usada ni bien se estanca la propuesta auto-conclusivo de los capítulos. Sí, hablamos de Red John, el asesino que salva las papas del fuego, junta los platos rotos, el que vuelve a Patrick Jane un ser humano de carne y hueso. Red John, el desgastado haz bajo la manga que siempre sale cada vez que se cristaliza el tedio que implica llevar adelante un programa cuyo protagonista se comporta de manera egoísta y sobrada.
Sin embargo, el 'tire y afloje' de (el pobre) Red John eventualmente tenía que llegar a un fin. Muchos pensamos que sería a corto plazo pero nadie imaginó que hubiera sido posible que transcurrieran seis años para que, finalmente, Heller se comprometa a revelar la identidad de la sombra de Patrick Jane. Ya estaba todo orquestado para que en 9 capítulos los cabos se vayan atando y en un escenario de iglesias, cruces y tumbas el vengador finalmente se encuentre cara a cara con el despiadado asesino de las mil mañas. Sin embargo, las pretensiones y sobrestimaciones que creó el sobrio pulso narrativo de los anteriores episodios, rápidamente hicieron agua en cuanto veíamos un hombre que no era quien decía ser, una mujer que sale de la nada y un temible Red John corriendo por el campito con el rabo entre las patas. El caldo que Heller había cocinado a fuego lento tuvo un sabor amargo y provocó una enorme indigestión. Cuando se ha estirado por tanto tiempo un objetivo, el final suele ser una gran decepción. Red John era únicamente la carta de auxilio. No garantizaba ganar una partida, sino añadirle el engaño a una serie que desde el principio había cometido negligencia en la arquitectura de su trama. En la segunda mitad de la sexta temporada, Heller desempolva un desvencijado manual para guionistas en busca de nueva carne de cañón que le permita estirar a The Mentalist siempre y cuando las cifras sean jugosas. Por eso recurre a la estrategia del escritor novato: la sociedad secreta que recluta policías y jueces corruptos. Nuevos Red John's sueltos para un Patrick Jane que ya tuvo su venganza y por eso se mandó a guardar a un pueblito mexicano.
Ahora han pasado dos años desde que el FBI cerró la CBI sospechada por corrupción y encubrimiento de criminales. Los agentes se disiparon: Lisbon es jefa en una comisaría, Grace y Rigsby son civiles abocados a la seguridad informática y Cho se alistó en el FBI. Jane es traído prácticamente de los pelos por la FBI y forzado a trabajar por tres años como consultor para saldar una falta que cometió. Bajo las condiciones del encantador Patrick, Lisbon vuelve a trabajar en la investigación de casos federales en compañía de Cho y una nueva agente, Kim Fischer que está particularmente atraída por Jane. Van Pelt y Risgby tienen una vida como civiles pero aún vacilan ante el retorno a la vida policial. Para resolverles el dilema, aparece un nuevo asesino que planea arrasar con todos los ex agentes de la CBI. Podría haber sido un buen conductor hacia el final de la temporada. Podría. Sino fuera porque resolución del misterio se hizo en dos capítulos con demasiadas fisuras argumentales (por ejemplo la contradictoria inteligencia del asesino en cuestión) y sólo con la clara intención de despedir para siempre a Owain Yeoman y Amanda Righetti, dos actores que vieron mermar sus horas en The Mentalist. Que sienten que ya cumplieron con su parte y necesitaban una capitulación. Y que pase el siguiente. Que pasen los que tengan que pasar. Incluso Heller. Que reciba su merecido. Porque The Mentalist ya no da para más atrapado en la misma monocromía. A la sombra espectral de Red John •
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Sí Lisbon, pero las disculpas no son suficientes para hacerme perder años de mi vida. |
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